viernes, 21 de enero de 2011

Oscuridad


Camino por oscuros senderos donde mis ojos poco se han acostumbrado a la oscuridad, hallando fantasmales figuras en las sombras que me hacen encoger el corazón y hielan el aliento en mi garganta. Respiro entrecortadamente, no dejando que el aire se instale en mis pulmones, expulsándolo de mi cuerpo como si me cortara.
No sé dónde me hallo, no sé si es un bosque o una calle de ciudad, estoy perdido y solo, a nadie he encontrado ni he sentido en mi recorrido.
La voz de alerta de mi interior está histérica, no deja de gritar, es lo único que puedo escuchar, es lo único que se escucha en este silencio, en esta oscuridad. No me deja pensar, ha acallado la voz de la lógica y la razón y le está dejando espacio al miedo que comienza a congelarme el corazón.
Nada, nada encuentro ni veo, solo oscuridad.
Llevo caminando horas, días incluso y no he encontrado nada, ni a nadie. Cada vez estoy más convencido que estoy solo.
Poco a poco se ha levantado una niebla espesa que aún me deja ver menos...he oido un murmullo, mi voz de alerta se ha callado. Sí, hay un murmullo, un rumor de voces detrás de la niebla.
— ¿Hola? ¿Me oyen? ¿Me ven?
El rumor ha parado, siento miles de ojos sobre mí, me están examinando, sopesan si soy amigo o enemigo. Las voces comienzan de nuevo, me hablan pero no las entiendo, mi voz de alerta comienza a chillar haciendo que la respiración me corte la garganta.
—¡¡No entiendo lo que dicen!!
Grito al murmullo que se eleva pero sigo sin comprender que intentan decirme.
Caigo derrotado por el miedo, por el cansancio, por el agobio de sentirme solo tanto tiempo, por no entender las voces.
Escondo mi cara entre las manos, sofocando las lágrimas, dejo escapar un grito de desesperación, descargo un puño de frustración sobre el suelo.
Silencio, las voces han vuelto a callarse.
Me quedo derrotado en el suelo como un niño tras una pataleta, les pido a las voces que vuelvan hablar...no quiero volver a sentir soledad.
A través de la niebla vislumbro una figura ¡por fin! alguien, una persona se acerca a mí, alguien a quien poder sentir, alguien a quien poder abrazar, alguien con quien poder hablar.
Una sensación de tranquilidad me invade y deja paso a una sensación de paz de saber que la soledad ha terminado.
—Sí, la soledad ha terminado—me dice la figura leyendo mis pensamientos—y también los miedos y el dolor, el sentirte perdido.
La niebla se disipa a media que habla y veo más figuras, veo a personas, veo algunos rostros que me son conocidos aunque no estoy seguro. Todos me sonríen.
Me giro para ver a la primera persona que se ha aproximado a mí y me ciega la luz que desprende su ser y vislumbro unas alas detrás de ella. Cuando mis ojos pueden verle el rostro, no hay alas, ni luz solo unos ojos azules cálidos y una grata sonrisa.
—Acompáñame—me dice la voz más dulce que haya escuchado, ¿por qué la desesperación y el miedo no me dejaron oírla?—aquí comienza el camino.