jueves, 27 de marzo de 2014

Conversaciones en un café III

—¿Por qué está usted tan abatido?
—Porque la había encontrado
—¿A quién?
—A la mujer más maravillosa del mundo, a la que le daba sentido a mi existencia, por la que mi corazón latía, la que hacía iluminar cualquier día triste, la que era capaz de hacerme sonreír por cabreado que estuviera…
—¿Y la ha perdido? ¿Por qué?
—Porque cometí el error de compararla con el resto de mujeres

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