—¿Por qué está usted tan abatido?
—Porque la había encontrado
—¿A quién?
—A la mujer más maravillosa del
mundo, a la que le daba sentido a mi existencia, por la que mi corazón latía,
la que hacía iluminar cualquier día triste, la que era capaz de hacerme sonreír
por cabreado que estuviera…
—¿Y la ha perdido? ¿Por qué?
—Porque cometí el error de
compararla con el resto de mujeres
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