sábado, 23 de octubre de 2010

Café


Me desperté con la fragancia de un café recién hecho. Me volteé para subrayar el hecho de que ella no dormía a mi lado y perezosamente me levanté de la cama.
Cogí una bata y me dirigí a la cocina, donde estaba ella sentada en uno de los taburetes blancos, únicamente tapada con mi camisa, la que había llevado la noche de antes. Estaba leyendo el periódico distraídamente y sorbía el café despacio. Observé cómo sus labios se entreabrían para posarse sensualmente en la taza y recordé como lo habían hecho en los míos la noche anterior.
El aroma a café terminó de despertarme, me dirigí a la cafetera recién hecha y me serví.
— ¡Buenos días!—Ni siquiera se molestó en levantar la vista, no se molestó en mirarme con aquella mirada azul que me cautivaba—en cuanto acabe mi café me visto y me pagas.

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