domingo, 24 de octubre de 2010

Carnaval


Miraba con el corazón en un puño, veía como las máscaras iban y venían a su alrededor, de algunos veía sus risas, de otros sus ojos, pero no la encontraba.
Se había soltado de su mano en la marea de gente, se dio cuenta, se giró y ya no estaba, desde entonces su corazón se había encogido, su mente estaba histérica trayéndole imágenes de psicópatas, pedófilos y demás monstruos.
Tenía que encontrarlo, cómo fuera, tenía que hacer que aquellas máscaras le ayudaran pero no le escuchaban, pensaban que era parte de la fiesta, pensaban que era un borracho… ¿dónde estaba?
Volvió al punto exacto donde se había soltado, giró, volvió, miraba a las máscaras, empujaba, gritaba ayuda, paraba a todos los niños con o sin máscara, preguntaba, volvía sobre su pasos una y otra vez, gritaba su nombre.
Y le vio, agarrado a una máscara anciana, comiéndose un algodón dulce, con las mejillas coloradas y surcadas de lágrimas. Le abrazó, le comió a besos y dio las gracias a la máscara.

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