domingo, 24 de octubre de 2010

No todo es lo que parece


El caballero tiró una y otra vez de su caballo que no hacía por moverse del camino.
—¡¡Vamos!! ¡¡Debes caminar!!
El caballo se sentó sobre sus posaderas para demostrarle al caballero que no se movería.
—¡¡Eres una haragán!! ¡¡Un vago!! ¡¡Debemos llegar antes que él!!
Por respuesta sólo tuvo un relincho de su montura. El caballero comenzaba a estar irritado con él, tenía que llegar al castillo y romper la maldición de la pobre Aurora que se encontraba dormida desde hacía 100 años

Desde que su abuela le había hablado sobre ella cuando era niño se había enamorado de esa leyenda y quería ver con sus propios ojos si todo era cierto.
Pero el cabezota de su caballo no andaba, no quería ir, ¿acaso olía peligro? Siempre que lo había olido se había comportado de esa forma.
—Eres un cobarde— le dijo en un suspiro— Sólo me gustaría saber si la leyenda es cierta, ¿tan difícil te es de entender caballo cabezota?
—No— habló el caballo— no me es difícil de entender que quieras saber si esa doncella existe, pero a mí no me apetece ir, es todo y te recuerdo que tengo un nombre que tú mismo me pusiste, Truf, no me gusta pero es lo que hay.
El caballero miró atónito al caballo, cayó de bruces en el camino, abrió los ojos todo lo que pudo de incredulidad.
—¿Hablas?—tartamudeo.
—Si no estuvieras tan ocupado en ser mejor que tu primo, me habrías escuchado antes, pero el egoísta siempre has sido tú.
El caballero se mesó los cabellos, se pasó la lengua por sus labios secos, se levantó como pudo pues la impresión aún le duraba.
—¿Me ayudarás, Truf?
—No, ya te lo he dicho, si quieres ver que esa princesa existe, ve tú. Enfréntate al dragón que según tu abuela le custodia, evita las espinas ponzoñosas y todas esas pamplinas, pero yo de aquí no me muevo.
—¿Y si te prometo una yegua bonita?
El caballo relinchó a modo de risa.
—¿Aún no te diste cuenta que me gustan los machos?

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